twitter: @eugenio_fouz
El jueves 17 volvía a casa después de un día en el que se me repetía, de verdad, sin querer una y otra vez el verso de un poema de amor de Neruda que parecía más bien la canción desesperada “puedo escribir los versos más tristes esta noche“.
Eran apenas las 7 de una tarde de otoño cuando se caía la noche cerca del río y la luz en medio del bosque, como en un cuento, dibujó la puerta abierta de la casa del ogro, la bruja de Caperucita o vaya usted a saber si la misma puerta del hogar donde duermen los 7 enanitos.
Aquí afuera, el frío, la soledad y la tristeza negra. Allí dentro, se adivinaba cierto calor, una luz blanca y algo de confort para este exilio interior. En un instante pensé, “tal vez valga la pena atreverse a verse el reflejo en el espejo. Quizás pruebe a leer 6 líneas o 7 de un libro viejo en la Biblioteca“. El semáforo pasó vergüenza, vamos que se puso rojo, yo me detuve justo enfrente del cartel, a menos de 7 metros de él, apunté con mi alma mi arma y disparé clac, clac la cámara del juguetito electrónico al que todos llaman teléfono. Quise guardar la metáfora de la puerta abierta y el libro erguido, disponibles los dos para quien busque cobijo entre las paredes de una casa, las letras, los cuentos infantiles, (también los cómics, Funes) o las personas buenas.
Pensé en una novela de Scott Fitzgerald, en los rezos de “la noche oscura” de San Juan de la Cruz y en la Biblioteca de Murcia situada en el número 17 -vaya, vaya- de la avenida de Juan Carlos I. No me diga que no es casualidad también contar en voz baja el número mágico de letras vivientes en el nombre elegido por la Biblioteca Regional para el soporte de lectura digital: eBiblio. Vale, 7.
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Esa misma noche llego al claro del bosque, comparto la fotografía con otros pájaros azules y uno de ellos se recrea en un nuevo canto
Gracias, @brmu
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