twitter: @eugenio_fouz
[La ciudad de los muchachos, 1941.-Director: Norman Taurog]
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El teléfono móvil gana terreno hoy en los espacios públicos, los centros educativos, el tranvía, los coches y los cines; este artilugio está presente en los parques, en las tiendas y en las calles. El timbre de un celular pasa por encima de todo y todos.
Desafortunadamente, la mayoría de las veces un dispositivo electrónico de este tipo conlleva una distracción, una falta de concentración en momentos de responsabilidad como es la conducción de un vehículo de motor o la atención a la gente y una actitud claramente contraria a la buena educación.
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(The crucible.-1996, dirigida por Nicholas Hytner. Interpretado por Winona Ryder y Daniel Day Lewis)
¿Quién nos enseña el bien o el mal?
Uno sólo es responsable de lo que hace. Un padre enseña. Pero en una familia que es un infierno, los otros pueden ser el purgatorio o el cielo. Lo que está bien o mal en una familia no siempre coincide con la moral social. ¿Quién nos enseña lo que está bien o lo que está mal?
En una familia puede haber un padre razonable y unos hermanos que son solidarios. También podría darse el caso de que el padre no fuese bueno. Cada hijo, educado por igual en la familia, es diferente. Hay diferentes sensibilidades y tendencias. ¿Somos el resultado de lo que son nuestros padres?
He visto a padres incapaces de reñir o llamar la atención a sus hijos cuando estaban molestando o alborotando en cualquier lugar. He visto a padres que no dejaban de reñir a sus hijos y amargarles en todo momento. Y también he visto a padres jugar con sus hijos y padres que querían a sus hijos.
Un padre no es un amigo, es un padre.
Tenemos derecho a saber, tenemos derecho a conocer.
Alguien tendrá que comunicar esos principios del bien y del mal y alguien tendrá que encargarse de que esos valores permanezcan y no se pierdan. Podría ser la escuela o la Iglesia. ¿Somos el resultado de lo que nos enseñan los otros?
Uno sólo es responsable de lo que hace.
Tenemos derecho a conocer y a saber. Sin la cultura no hay alfabeto ni números ni códigos, no hay libros. Sin la educación no podríamos ni siquiera seguir unas normas de un código de circulación. Quienes incumplen las normas de circulación, lo hacen porque no las conocen o porque están convencidos de que están aquí por encima de los otros. Les han inculcado a fuego desde pequeños en su entorno familiar, probablemente, que eran los amos. Y ellos se lo han creído.
Porque, muchas veces la educación consiste en decir “no”.
¿Quién aprende? Aprende aquél que hace que trabajen las orejas y abre los ojos y está dispuesto a escuchar al otro y a dejarse sorprender por razones nuevas. Aprende aquél que, caiga quien caiga, no teme escuchar argumentos y enfrentarse.
O estamos encerrados y atrapados, solos y sin horizonte sin saber ni voluntad de saber o salimos afuera y vemos más allá de nuestro patio y miramos más allá donde hay otros.
En última instancia uno está llamado a ser uno mismo.
…
(Carta al director de LAVERDAD, publicada en el diario murciano)
A graduate seminar at the University of Florida
Elements of True Gentlemen
Disentería literaria
El primer blog de Garrafón en habla hispana
Books. Reflections. Travel.
Stick your face in the schnoz of a dandelion
crear siempre, aprender y guardar la llama